El arroz, al ser un cereal, es rico en hidratos de carbono y por tanto supone una buena fuente de energía. Sin embargo, carece de muchos nutrientes esenciales como vitaminas y minerales, especialmente en sus versiones refinadas.

Para las personas de muchos países en vías de desarrollo, cuya alimentación básica diaria se limita al arroz, estas deficiencias da lugar a graves problemas de salud e incluso muertes.

Este problema se abordó en los años 90 por parte de Ingo Potrykus y Peter Beyer, en un principio como un proyecto humanitario, para suministrar la dosis necesaria de betacaroteno (precursor de la vitamina A) que puede provocar ceguera nocturna, xeroftalmia (problema en los ojos por una cantidad o calidad de lágrima insuficiente) e incluso la muerte en niños pequeños. Una de las maneras más prácticas que se barajaron era suministrar esa sustancia junto con la propia comida.

Para ello hubo que recurrir a la ingenieria genética, que estaba empezando a dar sus pasos entonces. Mediante técnicas de biotecnología consiguieron incorporar genes de narciso primero y luego de maíz al genoma (conjunto de genes) propio del arroz. Por tanto, el arroz dorado es una variedad de arroz transgénica que produce betacaroteno en sus granos. Esto le da al arroz un color dorado característico, de ahí su nombre.

Estuvo listo en 2006, pero para empezar a cultivarlo en estos países han tenido que superar muchísimas barreras, tanto de seguridad como a la oposición de ciertos grupos que cuestionaban varios puntos (la propia seguridad del alimento, el impacto ambiental y la posible dependencia). Hace solo dos años que ha empezado a cultivarse a gran escala en Filipinas.

Como consumidores europeos realmente este tema no nos afecta (otra cosa es la ética) por dos razones.

La primera es que aunque está permitida la comercialización de organismos modificados genéticamente, apenas se hace (los transgénicos y otros, aquí lo explico). Las empresas comercializadoras tienen que pasar por un trámite de solicitud y aprobación, y estarían obligadas a identificarlos visiblemente como OGM (Organismo genéticamente modificado). Algo que no compensa dado que muy pocos consumidores lo comprarían.

(aquí la normativa).

La segunda es que, afortunadamente en Europa, y más aún en España, la inmensa mayoría de las personas podemos acceder a una dieta con suficiente cantidad de carotenoides como para que llegue a preocupar esa carencia de vitaminas. Posiblemente a muchas autoridades sanitarias les preocupe más el exceso de consumo de vitaminas a través del consumo complementos alimenticios sin receta médica.

 

En resumen: en determinados países y situaciones concretas el arroz dorado puede suponer una solución práctica y efectiva para paliar el déficit de vitamina A y las enfermedades que esto conlleva. Sin embargo, para los países europeos y occidentales en general, mientras se tenga acceso a una dieta rica en alimentos frescos de origen vegetal (que suele ser lo habitual y deseable) este arroz no aportaría una ventaja especial.

El arroz dorado es un tipo de arroz genéticamente modificado para producir betacaroteno, un precursor de la vitamina A, en sus granos. Su nombre se debe al color amarillo o dorado que adquiere debido a la presencia del betacaroteno, un pigmento que también se encuentra en alimentos como las zanahorias y otros vegetales de color naranja o amarillo. La única ventaja que aporta este betacaroteno es que un precursor de la Vitamina A en nuestro cuerpo, además de su efecto antioxidante que se une a otros antioxidantes del arroz.