El sesgo de negatividad es un fenómeno curioso y multifactorial. Es multifactorial porque implica a variables fisiológicas, emocionales, cognitivas e incluso sociales. Es curioso porque resulta contraintuitivo. En general "cualquier tiempo pasado fue mejor", y sin embargo esa frase no se cumple cuando se trata de una experiencia traumática. 

¿Por qué pasa eso? Desde el punto de vista fisiológico el recuerdo intenso de las experiencias negativas ayuda a la supervivencia. Un susto en el trayecto de un animal que deambula por el monte hará que evite esa zona en el futuro. Para que funcione este recurso, el animal debe recordar con nitidez el impacto emocional de ese momento. Los humanos tenemos ese vestigio fisiológico, de modo que la ansiedad que nos genera una situación de amenaza deja una huella en nuestra memoria. Como ves, eso implica también aspectos emocionales. 

Las emociones nos dejan trazas, pistas en nuestro recuerdo que evocan la sensación percibida en el momento que estamos recordando. Esas emociones tienen, sólidamente relacionados con la respuesta fisiológica, lazos que recuperan el tipo de situación vivida, la valencia (positiva o negativa) emocional. Directamente relacionado con esa activación general se dispara un proceso cognitivo, eso que podemos llamar formalmente "recuerdo". Y será más intenso cuando la valencia es negativa porque está inyectado por las otras variables. 

Adicionalmente (en algunos casos concretos) se pueden sumar otros componentes, como la vergüenza, que añaden ansiedad social a la negatividad de ese recuerdo. Como ves, todo ese paquete ayuda a evitar la experiencia en el futuro. Y, por supuesto, es innecesario si la vivencia llama a un recuerdo positivo.