En el etiquetado de todos los productos que se venden en España (y en Europa) deben aparecer todos los ingredientes de los que están compuestos. En esos alimentos que nombras, no hay ninguna «sustancia que le echen» que no esté registrada en el etiquetado, no hay ninguna sustancia misteriosa que haga que sean adictivos, que no puedas parar de comer.

Sin embargo, en todos esos alimentos hay un denominador común: la sal. La Sociedad Española de Cardiología ya advertía en 2014 que la sal se puede comportar como una potente sustancia adictiva, ya que «induce un cambio en las células nerviosas situadas en el hipotálamo, provocando un exceso de dopamina y orexina e incrementando así la sensación de placer y recompensa». Por tanto, esa sustancia adictiva que echan a las pipas, galletas, patatas fritas para que no paremos de comerlas no es ni más ni menos que la sal.