Los corticoides, sean de uso oral o tópico, como todos los medicamentos, suelen ser eficaces y seguros siempre que se utilicen cuando toque y bajo supervisión médica. Estos, como todos los medicamentos, tienen el riesgo de presentar efectos secundarios (OJO: "riesgo" no quiere decir que "seguro me va a pasar"). En cualquier caso, usarlos como se recomienda suele reducir esos riesgos. Los efectos adversos más relevantes de estos fármacos suelen ser muy raros si se utilizan de forma tópica (ej. pomadas o incluso inhalados nasales) pero la probabilidad aumenta si se consumen por vía oral, en tratamientos prolongados y con corticoides de alta potencia (ej. Hidrocortisona, Betametasona, etc..). El efecto secundario más grave consiste en que pueden afectar a la producción de cortisol por parte del organismo (los corticosteroides no son más que hormonas producidas por nuestro oganismo, que a veces usamos como medicamentos). Otros efectos secundarios asociados al uso de corticoides por vía oral o, en general, sistémica (también podrían ser por vía parenteral) podrían ser el incremento de riesgo de osteoporosis y fracturas de huesos (precaución en mujeres posmenopáusicas), inhibición del crecimiento (si se usan en niños, y, como siempre, sin el debido control), debilidad muscular, aumento de peso, aumento del riesgo de infección (porque pueden tener un cierto efecto inmunosupresor), diabetes melitus (porque pueden incrementar los niveles de glucosa en sangre),... etc, en general, un cuadro asociado a lo que se llama "Síndrome de Cushing". En definitiva, son fármacos útiles pero que se han de usar con precaución, nunca en automedicación ni ir más allá de lo que nos prescriba el médico.

Los más frecuentes, hablando de glucocorticoides sistémicos, son: hiperglucemia, hipertensión arterial y osteopenia/osteoporosis. Producen también acumulación de grasa preferentemente en cara, cuello y tronco. Todo lo anterior es más probable conforme mayor es la posología y duración de su consumo.