A lo largo de la vida el metabolismo cambia varias veces.

Durante la infancia nuestro metabolismo está enfocado a generar más células, más tejido, más de todo, es un metabolismo para fabricar.

Cuando llegamos a la edad adulta nuestro metabolismo es un metabolismo de mantenimiento, de reponer lo que se pierde, de mantener la capacidad física y de los órganos y si comenzamos a hacer ejercicio nos va a demandar más fuentes de energía para poder compensar el gasto calórico que requiere ese ejercicio. 

Por otro lado, si dejamos de hacerlo el metabolismo se ajustará a necesitar menos calorías y si seguimos comiendo mucho todo el exceso se almacenará en forma de grasa.

Y en el envejecimiento el metabolismo se va ralentizando, va perdiendo capacidad y vamos perdiendo masa muscular y peso porque la capacidad mitocondrial va reduciéndose.

También hay que tener en cuenta que el metabolismo depende de regulaciones incluso hormonales, por lo que el metabolismo de las mujeres que sufren la menopausia cambia debido a los cambios hormonales. Se vuelve más tendente a almacenar grasa que antes, cuando quemaba calorías más eficientemente.

Así que sí, el metabolismo de una persona puede cambiar y de hecho cambia.

La evidencia así lo demuestra. El ser humano ha evolucionado durante miles de años para adaptarse a las condiciones ambientales y no morir en el intento. La selección natural permite que sobrevivan aquellos que pueden adaptar su eficiencia energética en tiempos de escasez. Por eso, la mayoría de las personas dejan de adelgazar tras seguir una dieta hipocalórica y engordan al volver a una alimentación adecuada a su edad, sexo, peso y hábitos. Su metabolismo se ha hecho eficiente: como un coche que ha aprendido a que hay escasez de combustible y en vez de consumir 7 litros/100km consume 5l/100km. Y de ahí el efecto yo-yo. La capacidad de adaptación está en los genes, unos individuos tienen más capacidad que otros. Habrá quien pueda sobrevivir con una hoja de lechuga al día y resistir una glaciación y quien necesite cinco comidas copiosas al día para siquiera ser funcional y no tener un gramo de grasa en el cuerpo. 

En resumen, el metabolismo de una persona puede cambiar y adaptarse. La mala noticia es que se hace eficiente en períodos de carestía, y en períodos de abundancia... aprovecha para acumular energía en forma de grasa. 

De todos modos, con la invención del Ozempic y el descubrimiento de la acción de hormonas que ni se sabía que existían, el mundo de la endocrinología y la nutrición tiene que ser escrito de nuevo desde el principio. El resultado de la báscula no es un mero balance de sumas y restas de calorías. El hambre, el apetito o las ganas locas de comer chocolate no son falta de voluntad, sino una cascada de señales químicas en nuestro cerebro que nada tienen que ver con defectos morales.