La sincronización menstrual, también conocida como efecto McClintock, es un fenómeno ampliamente discutido, pero no comprobado científicamente. A pesar de la creencia popular, la evidencia actual no respalda la idea de que las mujeres que pasan tiempo juntas sincronicen sus ciclos menstruales. Este concepto surgió en 1971 cuando la psicóloga Martha McClintock publicó un estudio que sugería que las mujeres que vivían juntas tendían a sincronizar sus ciclos menstruales. McClintock propuso que las feromonas jugaban un papel crucial en este proceso, influyendo en los ciclos de las mujeres cercanas. Sin embargo, investigaciones posteriores han cuestionado la validez de estos hallazgos, ya que estudios recientes no han encontrado pruebas concluyentes que respalden la sincronización menstrual, se han identificado errores metodológicos en los estudios originales que propusieron esta teoría y los análisis estadísticos sugieren que las coincidencias observadas pueden atribuirse al azar más que a una sincronización real. De todos modos, existen una serie de factores que influyen en el ciclo menstrual como los estímulos ambientales compartidos como horas de luz, temperatura, y niveles de estrés. Dado que el hipotálamo, una glándula endocrina cerebral, regula los ciclos menstruales y puede ser influenciado por factores externos, éstos pueden tener cierta influencia en los ciclos menstruales de las mujeres, pero no se ha demostrado que produzcan sincronizaciones en las mismas. Como conclusión, se puede afirmar que actualmente, no hay evidencia científica sólida que respalde la sincronización menstrual entre mujeres que conviven o pasan tiempo juntas. Las aparentes coincidencias en los ciclos menstruales probablemente se deban al azar o a factores ambientales compartidos, más que a una sincronización biológica real.