Las paredes del recto y del colon dejan pasar a la sangre las sustancias que pongamos en un enema. Es por eso que los enemas de bebidas alcohólicas emborrachan enseguida, hasta el punto de ser peligrosos. 

En el caso del café, la cafeína pasaría rápidamente a la sangre, produciendo un efecto estimulador (subidón) más fuerte que si nos bebiéramos el café. Esto puede causar efectos perjudiciales, como taquicardias y pérdida de sueño. Pienso que los enemas de café no son nada recomendables. 

Principalmente, para desperdiciar café. Secundariamente, para empeorarse la salud y, probablemente, dar dinero al charlatán al que hemos prestado oídos. 

Los enemas de café, como otras tantas propuestas «detox», parten de la base de que es necesario tomar algún tipo de acción externa para «desintoxicar» nuestros intestinos y nuestros cuerpos, cuando los propios intestinos ya forman parte de nuestro aparato excretor, especializado precisamente en eliminar los desechos tóxicos que pueda tener nuestro cuerpo. 

Estos enemas, además de no tener utilidad alguna, pueden suponer riesgos de inflamación del colon y hemorragias, entre otros. Como alguna vez han advertido varios divulgadores sanitarios sobre el tema, si a pesar del aviso alguien está interesado en aplicarse esta práctica, al menos han de tener en cuenta que no esté hirviendo. 

Parece una perogrullada, pero se han dado casos de quemaduras graves y, en todo caso, también parece una perogrullada no meterse café por el recto y, sin embargo, aquí estamos teniendo que explicar por qué.